Llegó el viernes, por fin. Mañana la mayoría de la gente podrá dormir a gusto por un día, descargar la tensión acumulada a lo largo de la semana y pensar en otras cosas, lejos de la rutina del trabajo: la familia, el ocio, el deporte.
Yo, por mi parte (y mi señora por extensión, aunque no por solidaridad, sino por obligación) trabajaré sábado y domingo porque estamos en pleno proceso de parto de la Tesis. Después de seis años, que ya está bien.
Trabajo mañana y tarde, sentado en el salón de casa, tecleando unas cinco páginas diarias cuando no tengo que leer artículos y dos cuando no es así. Supongo que no son unas novedades muy espectaculares, pero suponen un cambio muy importante para mi rutina, entre otras cosas por el punto de que escribo desde casa y no tengo que subir al laboratorio nada más que a discutir puntualmente con el jefe.
Y estas dos semanas han sido estresantes en cuanto a este trabajo nuevo y apasionantes en cuanto a la vida pública española, con lo de las elecciones inútiles y todo esto del ascenso (por fin) de MariANO. También ha sido una semana bonita porque hemos recordado que la amistad de verdad siempre está ahí, aunque lleves cuatro meses sin saber de esas personas. Un encuentro fortuito te lleva a pasar una de las mejores veladas de todo el año. Así son los amigos.
En cualquier caso, hoy no me apetece hablar de los políticos ni de la situación de la economía, ni de los boches, ni nada, así que solo dejo esta nota para que los colegas sepan que no me olvido de ellos, aunque no les llame ni les vea tanto como me gustaría. Un abrazo y mucho cariño para todos vosotros.
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